Por toda Irlanda y Gran Bretaña existe la antigua tradición de tallar faroles a partir de vegetales, particularmente de ciertas variedades de nabos y remolachas. Pero en 1837 empezó a aplicarse el término jack-o’-lantern a los faroles hechos con vegetales, comenzando estos a asociarse específicamente a Halloween a partir de 1866. Aun así, esta conexión entre la jack-o’-lantern y Halloween se originó en Irlanda o Gran Bretaña, aunque hay niños que celebran esta fiesta sin ser conscientes de su origen o de su historia.,
Además, cuando fue transmitida esta tradición a EE. UU. y Canadá, no existía una plantación de nabos o remolachas, pero en cambio había un exceso de calabazas, por lo que los norteamericanos decidieron tomar esta hortaliza para hacer las calabazas de Halloween.
El historiador David J. Skal escribió:
Aunque todo registro moderno sobre la festividad reivindica los faroles tallados en vegetales como un componente tradicional de las celebraciones de Halloween en las Islas Británicas, no se dispone de fuentes primarias que lo avalen., De hecho, ninguno de los mayores registros del siglo XIX de las festividades y tradiciones populares británicas hacen mención alguna de faroles tallados en conexión con Halloween; ni tampoco lo hace ninguna documentación estándar de principios del siglo XX.
En Francia existe una tradición similar. Los llamados «guénel», faroles tallados a partir de la remolacha usados popularmente en el «défilé des guénels», que se celebra durante el mes de diciembre muy cerca de la Navidad.,
En casi toda España se usaban tradicionalmente calabazas talladas con forma de cara e iluminadas con velas, en ocasiones también nabos, casi siempre relacionadas con referencias a los difuntos; se hacían servir principalmente en la fiesta de Todos los Santos, pero a veces se encuentran usos sin relación directa con ella, entre octubre y noviembre. Estas tradiciones han llegado aún vivas en la actualidad en algunas localidades aisladas, pero en su mayoría se han perdido., Se conoce su uso en Cantabria, Galicia y Castilla y León, Asturias, Castilla-La Mancha, Extremadura, Cataluña o Aragón. En algún caso han sido recuperadas, como la Carbassada de Ripoll. La tradición se puede remontar por testimonios orales o literarios al siglo XIX, pero no hay citas documentales anteriores explícitas.,
En Cerdeña se ha conservado una tradición similar de calabazas iluminadas el día de Todos los Santos, las conca e mortu, aunque también la hay sin relación con los difuntos: en otra tradición los niños llevan calabazas iluminadas en la fiesta de San Andrés, al final de noviembre.
En diversas partes de la Italia continental se conocen también tradiciones similares: se encuentran en el Piemonte, la Liguria, la Campania, el Friuli, Emilia-Romagna, en al alto Lazio y Toscana, donde la calabaza era denominada Zozzo.,
El hecho de que estas tradiciones se extiendan en el Mediterráneo, y en territorios que no albergaron culturas celtas, ha levantado las dudas sobre las teorías tradicionales sobre su origen. Recientemente se ha suscitado la teoría de que estas calabazas son las descendientes de los faroles sepulcrales romanas, luces encendidas como ofrendas a las ánimas vagantes de los difuntos que se realizaban en el festival romano dedicado a los difuntos, las feralia lucem, que sería el origen del término ferale usado en Italia para referirse a los faroles (del latín fero, ofrecer).